La de Edgar Morin es, qué duda cabe, una aventura
intelectual. Extraña asociación la de estos dos términos.
Lo intelectual evoca a la razón, al orden, a lo científico y,
bien estructurado, a lo sesudo y alejado del riesgo. Aventura,
en cambio, es el nombre de la pasión, del libre juego resistiendo
la asfixia impuesta por las reglas, de lo impulsivo
y espontáneo, de lo impredictible. La síntesis fértil, tensa
pero creativa, de esos términos es, no solamente un hilo
conductor de la ya monumental obra teórica de Edgar Morin,
sino también una cualidad de su trayectoria personal.
Su obra debe, en consecuencia, ser entendida no sólo en
términos de su contenido sino del proceso productor. Es sobre
ese proceso que Morin ha meditado muchas veces en
un intento de adivinar la forma oculta de su búsqueda,
una búsqueda que, como todos los destinos humanos, como
lo pensaba Jorge Luis Borges, es una configuración única,
diseñada tal vez por los pasos que cada uno de nosotros
urde en un laberinto incalculable...,
y condensable en una cisecreta, un «aleph», al que a veces creemos vislumbrar ( como Einstein pensaba que pasa, ocasionalmente, con el sentido de lo humano) pero nunca logramos capturar plenamente. En Morin su producción teórica no es nunca un intento de ser un logro acabado, sino más bien un proceso que, en su devenir mismo, marca un rumbo cognitivo en el que somos invitados a participar. Recorramos algunos aspect os de ésa, su aventura intelectual. Lea el libro haciendo clik aquï:
y condensable en una cisecreta, un «aleph», al que a veces creemos vislumbrar ( como Einstein pensaba que pasa, ocasionalmente, con el sentido de lo humano) pero nunca logramos capturar plenamente. En Morin su producción teórica no es nunca un intento de ser un logro acabado, sino más bien un proceso que, en su devenir mismo, marca un rumbo cognitivo en el que somos invitados a participar. Recorramos algunos aspect os de ésa, su aventura intelectual. Lea el libro haciendo clik aquï:
No hay comentarios:
Publicar un comentario